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07 abril 2010

Los forros del poder


Mi niñez no fue alfombrada con pesos, dólares o libras esterlinas, pero tuvo algo más valioso: mi vieja, sus juicios de valor, sus concejos, y el respeto y amor por el prójimo, a pesar de todo. Hoy, con una cabellera canosa y rala, me doy cuenta que esa fue mi alfombra, y tuvo un valor mucho mayor al de la alfombra de vil metal que enturbió el alma de quienes la tuvieron y carecieron de una compuesta por vida digna, mucho amor y ejemplo de vida.
Por eso pienso en los forros, y sólo me inspira respeto el forro raído de un viejo diccionario. Fue mi vieja quien me enseñó que ese forro era útil: protegía y embellecía el contenido. Qué diferente es a los forros que rodean a algunos intendentes, muchos de ellos a quienes conozco en profundidad. Y no solamente los forros que rodean a los intendentes, sino también los forros que rodean a esos forros a quienes se les asigna una cuota de poder que usan para catapultarse en lugar de apuntalar al amo que les da de comer, y son tan inútiles que no sabrían ganarse la vida ni como barrenderos.
En estos tiempos, con gobiernos severamente cuestionados, el diccionario y su viejo forro pasan a ser reliquias dignas de consulta. Su visión sirve para recordarnos aquello que nuestros viejos nos enseñaron. Sería por lo menos interesante pensar si no vale más una alfombra de amor y sabiduría que una de oro y plata.

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