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09 julio 2009

El fuego y el tiempo

A pesar de haber terminado el carnaval, las murgas no paran de festejar.

Los premios al los que accederán, incluso habiendo tenido menor concurrencia que en los anteriores carnavales, parecen no conformar a los jefes murgueros, que ya están armando bronca para activar su figura con vistas al próximo carnaval.

La música no cambia, los sonidos y las voces son las mismas, y los espectadores se refugian en sus casas a la espera de mejoras climáticas o de vientos que despejen la nubosidad y aclare el horizonte.

Mientras tanto nadie sabe de donde salió la infernal cantidad de dinero gastada por los jefes argentinos y de otra nacionalidad que sembraron el país de papelitos y candombes.

A la hora de pensar en el próximo carnaval, los espectadores ven con desasosiego que en realidad nadie aporta nada para preservarlos de la pandemia de la gripe A (H1N1).
Sienten que no son tenidos en cuenta y que los jefes murgueros sólo piensan en adquirir más poder para desplazar a las otros murgas y recaudar dinero, olvidando que, al final, las hogueras del fracaso están preparadas para incinerarlos.

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