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01 febrero 2009

La hecatombe

Nota escrita por Julio Fernando Affif, Vicepresidente 1º de la Unión Cultural Argentino Libanesa, sobre un artículo de Mario Vargas Llosa.
Hay momentos en que la Humanidad debe tener la suficiente claridad para evitar la última hecatombe, la final, la definitiva. Como, por ejemplo, darnos cuenta a tiempo de la contaminación para evitar sus efectos en el corto y mediano plazo, pero fundamentalmente la destrucción irreversible en el largo. Y son los intelectuales de todas las ramas los que llevan la mayor carga de responsabilidad en la tarea de difundir las consecuencias de la actitud suicida, indolente, negligente o maliciosa. Y sobretodo, los intelectuales que han logrado cierta popularidad y credibilidad que hace que lo que dicen se “venda” por las bondades de la “marca registrada”. Pero, aunque me preocupa, no es la defensa del medio ambiente lo que me ocupa en esta nota, sino sólo a título de comparación. Porque a veces el hombre no tiene la suficiente paciencia de esperar para la destrucción masiva de pueblos, de países o del planeta y utiliza métodos más rápidos y violentos: “las represalias”. Y así, apelando a cualquier justificativo “racional” acomete la más irracional de las actitudes posibles: su autodestrucción, acción que comienza con la destrucción de sus semejantes. Y en esta tarea despreciable, los sectores violentos son ayudados, conciente o inconscientemente, de buena o de mala fe, por los exponentes del pensamiento de su época, quienes distorsionan la realidad agregando a un gran componente de veracidad una pequeña, pero letal, dosis de veneno. Leía el sábado 24 del presente en el periódico La Nación, de Buenos Aires, el artículo Las Razones de la Política Interna Israelí Morir en Gaza de Mario Vargas Llosa, quien habla de retroceder algo en el tiempo, hasta la victoria electoral de Hamas, para entender el origen del conflicto. Ofende a la inteligencia desconocer deliberadamente que hay más historia que eso. ¿Ignora el famoso escritor, que desde 1956 la III Guerra Mundial veranea en la costa oriental del Mediterráneo? ¿Por qué no hablar de 1948……, del Libro Blanco de 1939 y el de 1930….., de 1917 y la Declaración Balfour……, de 1916 y el acuerdo franco-inglés-ruso….., de 1897…? …. ¿y para atrás….? Dice Vargas Llosa que desde que comenzaron a llover las bombas sobre Gaza, aumentó la popularidad de los laboristas. La sensación que me deja este comentario es que todas las verdades esbozadas a lo largo del artículo sólo eran para concurrir a desacreditar al laborismo israelí. Creo que deben existir otras razones o grandes temores inconfesables para que la barbarie exhibida por el gobierno israelí contra los civiles palestinos haya alcanzado los niveles que alcanzó. Y no creo que sea precisamente el temor al poderío bélico de Hamas, ni creo que ningún ciudadano israelí piense seriamente que Hamas por si solo, pueda hacer peligrar la existencia de Israel. Lo que sí es cierto: no se puede combatir la violencia con más violencia. El enemigo es la violencia. Porque una cosa es el uso de la fuerza como forma de legítima defensa ante las agresiones y otra muy distinta es la violencia desatada indiscriminadamente contra civiles indefensos. En resumen, puede leerse entre líneas en el citado artículo, “la violencia de los laboristas no es moralmente aceptable”. Con los laboristas hay una progresiva desaparición de la moral en la vida política de Israel. Es como una queja a los laboristas que le quitaron a la derecha dura israelí el libreto de la violencia acuñado durante toda su historia. No es ésta la primera masacre de las fuerzas hebreas. Israel nos tiene acostumbrados a las sucesivas violaciones de los tratados internacionales y al desconocimiento de las resoluciones de la ONU.

Quisiera oír la opinión de Vargas Llosa sobre las reiteradas violaciones al Derecho Internacional, al avance sobre las fronteras consensuadas y determinadas conjuntamente con la ONU, el Gran Muro (no el de los Lamentos), los asesinatos masivos, la destrucción de viviendas, las torturas, las balas de goma, las de plomo, el fósforo, los racimos,….., etc., como forma de disuasión, de opresión, de sometimiento para sostener lo insostenible. Pero no, tratar de encontrar las causas del asesinato de 1200 o 1300 personas, la mutilación de más de 5000 y la destrucción de pueblos y ciudades, en las elecciones que ganó Hamas. Que Hamas ganara las elecciones ha sido una consecuencia, no el origen de nada. No me gustan los mensajes bipolares de personajes notables que dicen defender a un Estado, cuando se vislumbra que sólo promocionan algún sector político de ese mismo Estado, desacreditando a sus rivales.
En definitiva, se desprende de la nota, “la culpa es de los palestinos que votaron a Hamas y de los laboristas hebreos que aprovechan la circunstancia para sumar votos”.
Prefiero la pureza del mensaje de Daniel Barenboim.
Recuerdo que cuando en el 2006 difundí mi comentario sobre otro artículo elaborado por el mismo autor relacionado con El Líbano, “A la sombra de los cedros” aparecido en La Nación página 31 del sábado 8 de julio de 2006, me preguntaba cual es el interés de restarle identidad a la Nación Libanesa. Pocos días después, Israel desataba una brutal e incomprensible agresión, tan dolorosa como la de hoy a Palestina. Luego descubrí que el mismo artículo había sido publicado en los más importantes periódicos de todo el mundo. Hoy no puedo creer en la casualidad o en el mero desarrollo intelectual de una idea. Si creo, a riesgo de ser acusado de alentar teorías conspirativas y tendenciosas, en la estrategia política de sectores interesados en mostrar un país sin identidad colectiva, empobrecido civilmente por una diáspora que no es tal, con ciudadanos que viven desangrándose entre si y provocando a su vecino permanentemente. Y allí es donde cuadra la infamia. En el centro de las verdades, se tejen intencionalidades veladas y maliciosas para desacreditar al Líbano.
Porque la verdad está a la vista. ¿Como ocultar la destrucción, el horror, la ocupación, si está allí y es claramente visible? ¿Cómo justificar las atrocidades que cometemos? Imposible. Sólo podemos atemperar los efectos ante la opinión pública encontrando razones en los actos de los adversarios y hacerle creer que el camino elegido era el único. La culpa, como siempre, es del otro.
Asuntos letales para la humanidad se están gestando en el Oriente Medio que no tienen mucho que ver con los límites geográficos y/o políticos de un territorio deliberadamente empobrecido.
Al igual que con el medio ambiente, debemos ser extremadamente puntillosos para no encontrarnos algún día con que hemos cometido por malicia o ignorancia, el último error.

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