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22 febrero 2013

Un asesinato

A un año de la terrible tragedia ferroviaria, la Justicia y las autoridades nacionales no se sabe si miran para otro lado o quieren pasar al libro del olvido el terrible drama que enlutó a la sociedad argentina. A todos los deudos nuestro más sincero apoyo y deseos de superación.


La tragedia acontecida en la estación terminal del ferrocarril Sarmiento debe ser calificada no de accidente, sino de crimen.

  1. Ni antes ni después de la privatización, el Sarmiento fue dirigido por Carmelitas Descalzas.
  2. Nadie ha demostrando que el subsidio otorgado por el gobierno nacional a la empresa fue aplicado al mejoramiento de la red ferroviaria, en estado de obsolescencia por la corrupción existente en su administración pre y post privatización.
  3. Ningún funcionario anterior ni directivo actual puede desligarse de la responsabilidad que le cabe en la dirección de una empresa de transporte público.
  4. No es sólo responsabilidad de la presidenta, los jueces y los fiscales, sino de todo el pueblo argentino que solamente se altera cuando algo les afecta directamente o, en otras palabras, le tocan el bolsillo.

La corrupción en la administración de los ferrocarriles es conocida por todos, y puede sacarla a la luz cualquier fiscal honorable. Basta que se investigue el destino de los 10 millones de pesos diarios que le entran a TBA para determinar en qué se gastan y si hay retornos. Los ferrocarriles argentinos, desde su estatización (erróneamente ejecutada), fueron coto de caza de empleados, directivos y sindicalistas, que lo convirtieron en un cuerpo gigante lleno de pus, que no convenía tocar so pena de quedar enchastrado.

Esto no es desconocido por los diputados, cenadores, ministros y sindicalistas, ni por la presidente de la nación, pues lo manifestado es de dominio público. Están con vida para corroborarlo muchos de los empleados decentes que tuvieron que retirarse por no poder luchar contra la corrupción, causante principal de la destrucción de un medio público que debió ser protegido por todos.

Los accidentados, sus deudos y toda la sociedad argentina, debemos pedir perdón por este asesinato del cual todos somos, directa o indirectamente, responsables.

Foto: Periódico Tribuna.

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