Llama poderosamente la atención el desparpajo de algunos funcionarios –a los que calificar de alguna manera sería ofender a aquellos con los que se los quiere comparar-. Manifestar satisfacción porque en las deleznables villas se construye con ladrillos; afirmar que la inseguridad es una “sensación”; mantener sin radarizar el norte argentino; legalizar el consumo de veneno; no puntuar en todo lo relacionado con la inmigración, la salud y la educación, es atentar contra la moral y la vida de los argentinos de bien.

La locura de priorizar el bienestar de los jóvenes asesinos, borrachos y drogadictos por sobre las familias debidamente constituidas es inentendible, sobre todo teniendo en cuenta que tal estado de demencia alcanza a las organizaciones de derechos humanos, quienes en estos momentos se han convertido en cómplices de asesinos capos de la droga (argentinos y extranjeros), de funcionarios puestos por ellos en el poder y de enfermos de toda enfermedad.
Dijo Sarmiento: “Argentinos e ignorantes se escriben con las mismas letras. Luchemos para que no sean sinónimos”.
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