¿Qué por qué no me callo? Simplemente, Su Majestad, porque tengo mucho que recordarle.
Para empezar podría decirle que no olvide los tiempo, no tan lejanos, en los que nuestra humilde pero fértil tierra americana salvó de la miseria, la muerte, las pestes, la desocupación, al pueblo Europeo que pasaba por su peor momento. Y todo sin pedir nada a cambio. Nunca lo pediría tampoco en el pasado. Ya no está, ningún mandatario que se precie de conocedor de la historia, en condiciones de negar que toda Europa creció y se desarrolló a expensas de los pueblos de América; que no sólo se conformó con esquilmarla desde su descubrimiento, sino que regresó por más.
No es intensión de ningún ciudadano, habitante o polizón de los que viven en América -y entiéndase por América no a los Estados Unidos, sino al pueblo americano- crear un enfrentamiento con la población europea. Pero no podemos dejar de hacerles notar que el Centro y Sur de América también existe. Sus dirigentes, caudillos y mercachifles hoy ya no son comprados por monedas porque están entendiendo que, como ayer, a ustedes sólo les interesan nuestros granos, nuestra carne y nuestros minerales, y lamentan no haber logrado sojuzgar a sus pueblos por completo, todo gracias al espíritu de algunos de vuestros hijos, los Patriotas de América. Entre quienes no nos queremos callar estamos los descendientes de los inmigrantes que con su dote vinieron a las tierras del Río de la Plata a trabajar y ganarse el pan con el sudor de su frente.
Señor, no nos subestime.
‘Sin Antifaz’
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