Recibimos y compartimos con nuestros lectores:
Estimado Sr. Abdala como seguidor de su programa y fiel admirador de su trabajo le escribo ésta carta la que he titulado “Los hijos de la misericordia”.
Desde tiempos inmemorables las distintas castas políticas que han pasado por nuestro país han buscado el favor de las masas, el voto popular.
Con promesas y dadivas inmerecidas han captado la atención del pueblo al compás de canciones populares y frases como alpargatas “SI” y libros “NO”, “la revolución productiva y el salariazo” entre otras tantas.
Los subsidios a la vagancia, los espectáculos públicos y gratuitos sin mencionar los derechos humanos que nada tienen de derecho y mucho menos de humano. Ya que se aplican a cualquier lacra social menos a quienes corresponden, los humanos derechos.
Desde ese entonces todos aquellos que trabajamos nos hemos visto privados de nuestra merecida calidad de vida ya que toda esa generosidad política no se logra mágicamente sino que es financiada con el esfuerzo del trabajador real, el que paga impuestos y cada uno de los servicios para favorecer a los sectores más carenciados, según dicen.
Sectores aquellos que si bien son de escasos recursos no viven las privaciones que por su condición acusan, prueba de ello por ejemplo es que en plena villa 31 puede apreciarse en el terreno usurpado a los ferrocarriles edificaciones precarias que no se ajustan ni mínimamente a los códigos urbanos, sin revocar siquiera pero poseen antenas de “DIRECT TV”, un servicio caro que no se encuentra, por su alto costo, al alcance de la mayoría de los trabajadores.
Así mismo los dirigentes sindicalistas que otrora ganaran terreno por lo que ellos llaman los derechos del trabajador han provocado con sus movimientos el colapso del empleo legítimo siendo que los reclamos sindicales mafiosos impidieron desde ese entonces y hasta ahora el real crecimiento del país poniendo trabas cada vez más complejas al desarrollo. Un país empobrecido y el inconsecuente enriquecimiento de los patrimonios de sus dirigentes.
Sinfín de feriados, acciones legales sobredimensionadas en contra de los proveedores de empleos hacen que producir en Argentina sea casi imposible.
El show continúa y lo más grave aún no está expuesto.
Países como Cuba, han sufrido bloqueos económicos ancestrales pero aun así siguen adelante son el ejemplo que pobreza y miseria no son la misma cosa.
Nosotros, los argentinos, lejos de ser pobres nos hemos transformado en miserables, abatidos y poco solidarios.
Resulta que una manifestación de 15 individuos quemando cubiertas de automotores puede cortar una arteria principal haciendo que colapse el tránsito de toda una ciudad con el apoyo de las fuerzas de seguridad que lejos de dispersarlos los apoyan, siendo que la libertad de tránsito pesa tanto como el derecho de huelga según nuestra constitución.
Lo patético es que ni los propios manifestantes conocen en la mayoría de los casos el motivo real de la manifestación sino que son mal pagos por hacerla a veces por un poco de droga, ni siquiera dinero y al terminar su jornada de protesta dejan atrás daños y suciedad de los cuales nadie se hace responsable.
El desorden, él no te metas y menos mal que a mí no me pasó son las filosofías de moda entre los que aún nos consideramos de clase media.
La salud pública colapsada, la falta de inversiones en caminos, energía y educación están haciendo que Argentina sea cada vez más retrograda y el hábitat propicio de todo tipo de corrupción.
Una vez más los políticos involucrados dándole a nuestro pueblo pan y circo a la romana mientras llenan sus arcas con las riquezas fruto de nuestro esfuerzo.
Lo grave sin embargo no es eso ya que un pueblo con cultura y memoria puede superar esas pequeñeces.
Lo grave es la falta de cultura que lleva al común de la gente a pensar que el estado es deudor, que el estado debe criar a sus hijos, que el estado debe dar viviendas, dinero, comida, etc.
Lo grave es una sociedad ignorante, inculta, falta de valores éticos, morales y humanos como venimos viendo reflejado en las últimas generaciones de argentinos. La vagancia, la delincuencia, la ausencia de metas.
Hijos de la misericordia política, buenos para nada, peligrosos para la sociedad y absolutamente reprochables. Parásitos sin dignidad. Eso es lo que hemos logrado por tanta generosidad política, gente sin valor alguno ni mérito siquiera que reclama solamente pero sin esforzarse en conseguir. Maleza que debería ser arrancada de raíz para permitir que la buena hierba crezca en ésta, nuestra tierra fértil. Eso solo se consigue con esfuerzo y trabajo. Algo que se desconoce en la actualidad.
Recordemos que una vez se nos llamó el granero del mundo. Hoy ese granero está vacío en nuestra tierra abandonada y corrupta. Nada sirve, nada hay y nada queda ya que sin respeto a los mayores, al trabajo y a las buenas obras nada se puede lograr.
Para concluir, recordemos que le dimos al mundo un papa, el legítimo representante de Dios en la tierra quien nació y se crio en nuestra Argentina tal como Jesús del cual nadie daba fe por su procedencia tal como dice la samaritana en la biblia quien descreía siendo él de Nazaret, un lugar de mala fama. Pero sepamos también que Dios mismo al ver que los habitantes de la tierra se habían corrompido y degenerado hizo diluviar sobre ella matando todo aquello que no servía para dar un nuevo inicio a su tan preciada creación.
La argentina sigue ese mismo rumbo lamentablemente. Si hubo algo bueno en ella alguna vez de seguro ya no lo hay y el detrimento es tal que la solución no parece menos drástica.
Porque soy argentino me duele tanto.
Lo saludo muy atentamente y lo felicito por su labor
Un amigo.
Desde tiempos inmemorables las distintas castas políticas que han pasado por nuestro país han buscado el favor de las masas, el voto popular.
Con promesas y dadivas inmerecidas han captado la atención del pueblo al compás de canciones populares y frases como alpargatas “SI” y libros “NO”, “la revolución productiva y el salariazo” entre otras tantas.
Los subsidios a la vagancia, los espectáculos públicos y gratuitos sin mencionar los derechos humanos que nada tienen de derecho y mucho menos de humano. Ya que se aplican a cualquier lacra social menos a quienes corresponden, los humanos derechos.
Desde ese entonces todos aquellos que trabajamos nos hemos visto privados de nuestra merecida calidad de vida ya que toda esa generosidad política no se logra mágicamente sino que es financiada con el esfuerzo del trabajador real, el que paga impuestos y cada uno de los servicios para favorecer a los sectores más carenciados, según dicen.
Sectores aquellos que si bien son de escasos recursos no viven las privaciones que por su condición acusan, prueba de ello por ejemplo es que en plena villa 31 puede apreciarse en el terreno usurpado a los ferrocarriles edificaciones precarias que no se ajustan ni mínimamente a los códigos urbanos, sin revocar siquiera pero poseen antenas de “DIRECT TV”, un servicio caro que no se encuentra, por su alto costo, al alcance de la mayoría de los trabajadores.
Así mismo los dirigentes sindicalistas que otrora ganaran terreno por lo que ellos llaman los derechos del trabajador han provocado con sus movimientos el colapso del empleo legítimo siendo que los reclamos sindicales mafiosos impidieron desde ese entonces y hasta ahora el real crecimiento del país poniendo trabas cada vez más complejas al desarrollo. Un país empobrecido y el inconsecuente enriquecimiento de los patrimonios de sus dirigentes.
Sinfín de feriados, acciones legales sobredimensionadas en contra de los proveedores de empleos hacen que producir en Argentina sea casi imposible.
El show continúa y lo más grave aún no está expuesto.
Países como Cuba, han sufrido bloqueos económicos ancestrales pero aun así siguen adelante son el ejemplo que pobreza y miseria no son la misma cosa.
Nosotros, los argentinos, lejos de ser pobres nos hemos transformado en miserables, abatidos y poco solidarios.
Resulta que una manifestación de 15 individuos quemando cubiertas de automotores puede cortar una arteria principal haciendo que colapse el tránsito de toda una ciudad con el apoyo de las fuerzas de seguridad que lejos de dispersarlos los apoyan, siendo que la libertad de tránsito pesa tanto como el derecho de huelga según nuestra constitución.
Lo patético es que ni los propios manifestantes conocen en la mayoría de los casos el motivo real de la manifestación sino que son mal pagos por hacerla a veces por un poco de droga, ni siquiera dinero y al terminar su jornada de protesta dejan atrás daños y suciedad de los cuales nadie se hace responsable.
El desorden, él no te metas y menos mal que a mí no me pasó son las filosofías de moda entre los que aún nos consideramos de clase media.
La salud pública colapsada, la falta de inversiones en caminos, energía y educación están haciendo que Argentina sea cada vez más retrograda y el hábitat propicio de todo tipo de corrupción.
Una vez más los políticos involucrados dándole a nuestro pueblo pan y circo a la romana mientras llenan sus arcas con las riquezas fruto de nuestro esfuerzo.
Lo grave sin embargo no es eso ya que un pueblo con cultura y memoria puede superar esas pequeñeces.
Lo grave es la falta de cultura que lleva al común de la gente a pensar que el estado es deudor, que el estado debe criar a sus hijos, que el estado debe dar viviendas, dinero, comida, etc.
Lo grave es una sociedad ignorante, inculta, falta de valores éticos, morales y humanos como venimos viendo reflejado en las últimas generaciones de argentinos. La vagancia, la delincuencia, la ausencia de metas.
Hijos de la misericordia política, buenos para nada, peligrosos para la sociedad y absolutamente reprochables. Parásitos sin dignidad. Eso es lo que hemos logrado por tanta generosidad política, gente sin valor alguno ni mérito siquiera que reclama solamente pero sin esforzarse en conseguir. Maleza que debería ser arrancada de raíz para permitir que la buena hierba crezca en ésta, nuestra tierra fértil. Eso solo se consigue con esfuerzo y trabajo. Algo que se desconoce en la actualidad.
Recordemos que una vez se nos llamó el granero del mundo. Hoy ese granero está vacío en nuestra tierra abandonada y corrupta. Nada sirve, nada hay y nada queda ya que sin respeto a los mayores, al trabajo y a las buenas obras nada se puede lograr.
Para concluir, recordemos que le dimos al mundo un papa, el legítimo representante de Dios en la tierra quien nació y se crio en nuestra Argentina tal como Jesús del cual nadie daba fe por su procedencia tal como dice la samaritana en la biblia quien descreía siendo él de Nazaret, un lugar de mala fama. Pero sepamos también que Dios mismo al ver que los habitantes de la tierra se habían corrompido y degenerado hizo diluviar sobre ella matando todo aquello que no servía para dar un nuevo inicio a su tan preciada creación.
La argentina sigue ese mismo rumbo lamentablemente. Si hubo algo bueno en ella alguna vez de seguro ya no lo hay y el detrimento es tal que la solución no parece menos drástica.
Porque soy argentino me duele tanto.
Lo saludo muy atentamente y lo felicito por su labor
Un amigo.
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