La apatía puesta de manifiesto por todas las autoridades nacionales y provinciales sin excepción, refleja la involución de la sociedad argentina durante las últimas siete décadas.
Llama poderosamente la atención el desparpajo de algunos funcionarios –a los que calificar de alguna manera sería ofender a aquellos con los que se los quiere comparar-. Manifestar satisfacción porque en las deleznables villas se construye con ladrillos; afirmar que la inseguridad es una “sensación”; mantener sin radarizar el norte argentino; legalizar el consumo de veneno; no puntuar en todo lo relacionado con la inmigración, la salud y la educación, es atentar contra la moral y la vida de los argentinos de bien.La locura de priorizar el bienestar de los jóvenes asesinos, borrachos y drogadictos por sobre las familias debidamente constituidas es inentendible, sobre todo teniendo en cuenta que tal estado de demencia alcanza a las organizaciones de derechos humanos, quienes en estos momentos se han convertido en cómplices de asesinos capos de la droga (argentinos y extranjeros), de funcionarios puestos por ellos en el poder y de enfermos de toda enfermedad.
Dijo Sarmiento: “Argentinos e ignorantes se escriben con las mismas letras. Luchemos para que no sean sinónimos”.
Artículo publicado en enero de 2011.
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